Segundo Villanueva Silva
Un abrazo, uno solo tiene muchísimo más poder que estas quinientas, mil o más palabras que pueda escribir, las palabras te informan, te sugieren y hasta te pueden motivar en relación a su contenido, en cambio el abrazo tiene un impacto en tu fisiología, en tu mente y en tu existencia.
Claro que existen abrazos mecánicos, protocolares y rituales, sin una emoción que los respalden, algunas veces conteniendo la expresión de la emoción, como el abrazo que se dan algunos varones, como osos, ajustándose con fuerza, dándose de palmotadas, haciendo retumbar las espaldas, como quien dice “ no nos vayan a confundir con débiles, sensibles o afectuosos, nosotros somos machos”.
Sin embargo existen otros tipos de abrazos de mayor compromiso, intimidad e intensidad, hay abrazos acaecidos con alguien en situaciones, circunstancias e instantes en la vida que le confieren profundidad y autenticidad, abrazos conectados con el amor, el placer y la sensibilidad plena de ternura y realizados con reciprocidad.
En la variedad e intensidad de los abrazos encontramos una riqueza de niveles de humanización, tal como sea la inteligencia afectiva de aquellos que los dan y reciben.
El abrazo en cuanto contacto ayuda a disolver las tensiones motoras crónicas, tornando al semejante flexible y agradable para el vínculo, activa el sistema cardiorrespiratorio, estimula la actividad vital desencadena toda una euforia fisiológica al reforzar al sistema neuroendocrino, crea las condiciones para la fijación del calcio, crea en el organismo respuestas neurovegetativas y refuerza el sistema inmunológico, a ello se debe que se eleven los índices de salud.
El abrazo y el contacto son una fuente de salud y una acción terapéutica potente.
El abrazo es la expresión y actuación de una emoción (caricia) cuando no de un sentimiento, mediante el cual consideramos al semejante digno de nuestra atención y reconocimiento en su esencia y humanidad, así como merecedor de nuestro afecto, alegría o placer. Abrazamos con amor y ese sentimiento puede ser parental, filial, fraternal, de pareja o amical y al hacerlo logramos una vinculación- adaptación al entorno y nos preparamos para la acción.
Al ir con el pecho y los brazos abiertos al encuentro del “hermano de especie”, desarrollamos nuestras cualidades intrínsecas y nos expresamos en toda nuestra identidad, al abrazar expresamos y actuamos nuestra afectividad y autoestima, establecemos ese vínculo con lo amado.
Imaginemos el “abrazo total”. Aquel que ejerce el útero sobre la piel del feto durante las contracciones a lo largo del embarazo, también el abrazo de los padres con sus brazos y pecho, dando esa contención cálida y llena de amor a su bebe, cultivando esa capacidad de cuidar que los liga a su descendencia.
En el abrazo los hijos se vinculan con sus padres en cuyo vínculo se genera el aprendizaje y la conservación de la cultura, se estimula el crecimiento y desarrollo.
El abrazo al semejante es la expresión de un vínculo afectivo solidario, del amor por la humanidad y de nuestra conexión con nuestra especie.
Con la pareja el abrazo cobra un matiz erótico afectivo, en este vínculo decimos que verla (lo) y abrazarla (lo), “me remueve las hormonas”, “existe una fuerte atracción y una bioquímica especial”, la mirada es directa y las pupilas se dilatan, acompañada por una taquicardia y una respiración acelerada y sentimos que nuestros cuerpos se tornan sabrosos y el abrazo tiende a la fusión.
Inclusive podríamos hablar de un abrazo existencial cuando nuestra existencia tiene sentido y vivenciamos la motivación para vivir, es el abrazo, en el nos abrimos corporalmente, abrimos nuestra percepción, vivencia y conciencia al entorno, toda una apertura en la que abrazamos a la vida en su totalidad, resonando con ella, protegiéndola y conteniéndonos en ella.
El abrazar es una modalidad del encuentro en el que nos vamos aproximando sucesivamente multisensorialmente, todo un suceso que ocurre en el tiempo y el espacio, donde nos ubicamos frente a frente, carta a cara (visual), ingresamos en conexión auditiva y táctil, toleramos y hasta podemos disfrutar del aroma del otro (olfato), si le agregamos el beso hasta podríamos hasta saborearlo (gusto).
Hacemos una caricia e intercambiamos afectos construyendo un espacio para la comunicación, un intercambio de energía y significados, un circuito de ida y vuelta, todo un diálogo corporal, afectivo y existencial.